La mentira, la verdad y el perdón de los pecados
Comunicación realizada
el 07/02/2020
(transcripción íntegra)
Contenidos:
-
Cuando
mentimos.
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Mentiras
piadosas.
-
La
terrible bola de nieve.
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La
verdad nos hará libres.
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La
reconciliación con nuestra alma.
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La
mentira y el miedo.
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El
tacto y la verdad.
-
Podemos
provocar mucho sufrimiento.
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El
recto juicio personal de nuestra conciencia.
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Cuando
cometemos errores, debemos repararlos.
-
Cuando
mentimos conscientemente.
-
El
proceso de arrepentimiento y reparación.
-
El
perdón de nuestros pecados.
Cuando
mentimos estamos intentando convencer a otras personas de una realidad que sabemos
que no existe. Puede parecer que las mal denominadas "mentiras piadosas"
puedan pretender resolvernos alguna situación, pero lo que realmente hacen es encadenarnos
a la mentira, traicionándonos a nosotros mismos y sintiéndonos en la obligación
de ir defendiendo y aumentando esa mentira con otras mayores. Es una terrible bola
de nieve que acaba ocultando todo lo bueno que vive en nuestro interior.
Pero la verdad nos hará libres, y si entendemos esto y lo aplicamos a
todos los ámbitos de nuestra vida, tendremos la oportunidad de poder sentirnos
realmente en congruencia con nosotros mismos. Es la reconciliación con nuestra
alma. Y esta libertad nos permite dar confianza a las personas, porque esta
verdad está basada en el amor, porque solamente cuando amamos somos capaces de
dirigir nuestras palabras y nuestros actos a través de la verdad.
Lo
opuesto al amor es el miedo, y la mentira es una consecuencia directa del
miedo. Miedo a las opiniones que puedan tener los demás. Miedo a como se
sentirán. Miedo a las consecuencias. Y por eso mentimos. Y nos traicionamos a
nosotros mismos y a los demás.
El
tacto es totalmente compatible con la verdad. Hay veces en que las personas no
están preparadas para recibir determinadas verdades, nuestras "verdades" actuales, que no tienen porqué ser las verdaderas, y que si las exponemos sin tacto, podemos provocar mucho sufrimiento, tanto en los demás como en nosotros mismos. Del mismo modo que a un niño no se le enseña a multiplicar
antes que a sumar, la verdad que buscamos transmitir a las personas deben ser lecciones
que recibirán en el momento en que estén en condiciones de asimilarlas, siempre
bajo el recto juicio personal de nuestra conciencia.
Y
cuando cometemos errores, debemos repararlos. Esa es una Ley de la Vida. Si los reparamos de un modo voluntario y consciente, nuestra evolución avanza, ya que aprendemos. Si nos negamos a ello, sufrimos las consecuencias, dolor que avisa de que actuamos de modo ignorante. Y quien es ignorante solo es digno de compasión.
Cuando mentimos conscientemente, producimos daño conscientemente. Tenemos que cambiar para poder disminuir el daño que provocamos en el mundo, y poder iniciar el proceso de arrepentimiento y reparación del daño provocado. De otro modo, la
vida se encargará de hacerlo por nosotros. Y se cumplirá la Justicia de Dios de
forma involuntaria por nuestra parte, sin haberlo decidido por nosotros mismos y, por lo tanto, realmente nosotros no cambiamos, sino que el daño lo hemos
producido y no lo hemos reparado, sufriendo las consecuencias, las enseñanzas que recibimos en forma de dolor cuando somos pertinaces y no evolucionamos en comprensión.
La
vida nos demuestra los efectos de ese daño, pero solo con nuestro cambio, y con
esa clara intención de arrepentimiento, de no volver a caer en el error y de
reparar el daño causado, solamente así conseguiremos la reconexión espiritual y
moral, la evolución de nuestra conciencia, la evolución de nuestros conceptos del bien y del mal. El perdón de nuestros pecados.
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