Centraros en el mensaje, no en el mensajero
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Crome
Comunicación
recibida el 11/06/2020 (extracto textual de la sesión completa)
Contenidos:
-
Nuestros
nombres no tienen importancia.
-
Cuando un
ser se aferra a un nombre.
-
Los
colectivos de seres espirituales afines.
-
Nuestro
breve paso por los cuerpos físicos de las encarnaciones son simples suspiros
dentro de nuestra propia historia.
-
Porqué hay
Hermanos Espirituales que no utilizan nombres.
-
Debéis
centraros en el mensaje, no en el mensajero.
-
Perder la
esencia de las enseñanzas.
-
Por nuestros
hechos nos conoceréis.
-
Os falta
sentirnos más.
-
Estamos
dándoos la información más valiosa.
-
Solo se
desarrolla el espíritu a través del desarrollo de la moral.
-
Nuestros
nombres serían más un obstáculo que una ayuda.
SOLICITUD
- [El canalizador] no sabe si los
mensajes que recibe son pensamientos suyos o enseñanzas vuestras. ¿Por qué no
nos dais un nombre? A otros hermanos les comunican los nombres.
RESPUESTA
Nuestros nombres no tienen importancia.
¿De qué sirve revestir un mensaje con el nombre de un ser que podéis haber
conocido en la historia de vuestra sociedad? ¿Realmente creéis que ese ser solo
ha vivido una existencia? Cuando un ser se aferra a un nombre, está demostrando
que hay algo que lo tiene atado a ese nombre. No queremos decir que sean malos
espíritus, ni mucho menos, por el hecho de utilizar nombres conocidos, pero ya
habéis tenido oportunidad de poder leer las enseñanzas que dio el codificador
del espiritismo[1].
Los hermanos que están revestidos de
cuerpo físico, que están encarnados, en el momento en que se elevan, a través
de su desmaterialización, si tienen un nivel elevado, ingresan en colectivos de
seres espirituales que tienen afinidad entre ellos. Nosotros así lo estamos, y
no perdemos en absoluto nuestra individualidad, pero somos totalmente
conscientes de que nuestro breve paso por los cuerpos físicos de las
encarnaciones son simples suspiros dentro de nuestra propia historia.
Aferrarnos a un nombre es un modo de sentirnos vinculados a algo que ya pasó.
Pretendo con esto demostrarte, o más bien, explicarte, que nuestra intención de
no utilizar nombres tiene, precisamente, la finalidad de poder dejar constancia
de que estamos liberados de todos esos problemas relacionados con el orgullo.
Observad nuestras enseñanzas, captad lo
que consideréis oportuno, consultadnos todas las dudas que tengáis fruto del
estudio serio y profundo de las enseñanzas que os damos, y en el momento que
veáis que hay algo que no se ajusta a vuestro nivel de lógica, entonces podréis
plantear dudas razonables. Lo que planteas, lo entendemos, pero debéis
centraros en el mensaje, no en el mensajero, y si os damos nombres que estén
relacionados con personas célebres que estén desencarnadas ya, vais a perder la
esencia de las enseñanzas, vais a desviaros del camino recto. Y si pensáis que
os damos nombres de personajes que no conocéis…
Nosotros no estamos aferrados al
orgullo de pertenecer a ninguna élite. Somos humildes hermanos sirvientes de
Dios, y por nuestros hechos nos conoceréis. No necesitáis conocer más de
nosotros, solo os falta sentirnos más. Pensad en el deseo de sentir nuestra
presencia cada vez que queráis profundizar en las enseñanzas que os otorgamos,
cada vez que queráis estudiar y aprender de la vida. Porque las enseñanzas que
os damos son enseñanzas de vida, y no os contamos ningún tipo de historia que
no os sirva para vuestra propia vida.
El resto de información no podemos
afirmar que sea inútil, pero no es nuestra misión centrarnos en esa parte.
Estamos dándoos la información más valiosa que podáis creer o pensar, que os
sirve para vuestro desarrollo personal en el ámbito espiritual, que es el
ámbito moral. Porque solo se desarrolla el espíritu a través del desarrollo de
la moral.
En resumen, nuestros nombres serían más
un obstáculo que una ayuda para la misión que estamos encargados de cumplir a
través de vosotros, y para el aprendizaje que vosotros tenéis la oportunidad de
poder recibir.
[1]
Allan Kardec. Ver sus obras
principales
Más
información:
Soberbia
y prejuicio. La botella de vino
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