El proceso de integración del espíritu en el ser encarnado. La infancia y la juventud
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Crome
Comunicación
recibida el 05/01/2021 (extracto textual de la sesión completa)
Contenidos:
-
Nivel de
integración del espíritu inmortal en el ser encarnado.
-
Cuándo se
produce la vinculación con el cuerpo físico.
-
Qué
cualidades se manifiestan en el plano encarnado, cuándo y por qué lo hacen.
-
Porqué los
niños muestran la simpleza más absoluta.
-
Quién
coordina la manifestación paulatina de cualidades.
-
Los cambios en
el periodo de la pubertad.
-
Porqué las
actitudes de rechazo, de ira, de enfrentamiento, en los adolescentes.
-
La
integración de las experiencias de muchas personas de acuerdo a sus propias
necesidades.
-
La alegoría
de la pandemia.
-
Experiencias
previas al nacimiento.
-
Personalizar
los procesos de aprendizaje de los niños.
-
Las
enseñanzas que aportan las sociedades a los niños.
-
Aprovechad
las experiencias para poder desarrollaros a nivel espiritual.
- ¿Qué nos puedes decir sobre los
periodos inmaduros de la infancia y la juventud en relación con el progreso
espiritual?
El espíritu inmortal se integra
de una forma siempre, podríamos llamarle, parcial, en los seres encarnados.
Quiero explicarme sobre este asunto.
Cuando un espíritu tiene la
posibilidad de incorporarse al plano encarnado, desde el momento de la
concepción ya tiene una vinculación con el cuerpo físico. Pero las
manifestaciones, las experiencias que tiene a lo largo de la vida, están
ajustadas al proyecto de aprendizaje para el que se ha integrado en el plano
físico carnal. Esto implica que no todas sus cualidades, no toda su sabiduría,
su aprendizaje y su nivel de evolución tienen porqué quedar manifestados en el
plano encarnado. En algunos casos, solamente se manifiesta una muy pequeña
parte, y eso se puede observar claramente en todas aquellas almas que durante
un breve periodo de tiempo permanecen encarnadas, seres que a los pocos años de
vida fallecen, o incluso que fallecen al nacer, o en el seno materno, antes de
nacer. Ese proceso le supone al espíritu una experiencia, le da al espíritu
unas oportunidades de aprendizaje, de evolución. Y a lo largo de la infancia y
de la pubertad, se van incorporando de un modo paulatino las características
del espíritu, hasta que llega a la edad adulta, pero no todas las cualidades
quedan integradas en el plano físico de la personalidad en el momento en que se
alcanza la madurez. Parte de ellas pueden manifestarse en edades avanzadas, y
parte de ellas pueden ni siquiera manifestarse, porque no forman parte del proceso
de aprendizaje que tiene asignado para este periodo de encarnación.
Y estas cualidades, que se van
integrando de forma paulatina, de acuerdo al programa evolutivo asignado
durante la encarnación del ser, podemos entender que, en la mayoría de los casos,
cuando nacen los niños, están mostrando la simpleza más absoluta, y que está
totalmente justificada, para facilitar a los padres y a las madres el cuidado
que les tienen que profesar para que puedan seguir creciendo. Y esos cuidados
están plenamente integrados con los valores del amor, porque si hay algo que
hace que se desarrolle la ternura del amor, es un bebé recién nacido. Pero a lo
largo de la experiencia vital, a lo largo de la existencia, se van incorporando
paulatinamente las cualidades del espíritu que necesita poner de manifiesto
para poder cumplir con la experiencia vital. Y eso es algo que no funciona de
un modo automático. El Guía Espiritual es el que coordina esta manifestación
paulatina de cualidades, y facilita que se experimenten todas las
circunstancias que necesita el espíritu durante esta encarnación, para poder
desarrollar el proyecto evolutivo que tiene encomendado. Por eso se observa de
un modo muy claro que, cuando un niño o una niña entran en el periodo de la
pubertad, se producen unos cambios en la personalidad muy acusados, y esto es
causado porque muchos de los aspectos de la propia personalidad del ser se
incorporan en esa época. Y se produce un periodo de turbación, de desconcierto,
de desorientación en el adolescente, porque tiene que ir integrando todas esas
cualidades de su personalidad, que se le van incorporando y que, en muchos
casos, tienen como respuesta actitudes de rechazo, de ira, de enfrentamiento a
todo lo que le rodea, porque, al fin y al cabo, muchas de esas cualidades son
las que tiene que depurar en el transcurso de su vida.
Pero cada persona es totalmente
diferente, cada persona tiene la posibilidad de realizar su propio progreso, de
acuerdo a las necesidades particulares que tiene que superar a lo largo de la
experiencia de su vida. Pero fijaos hasta qué punto es infinita la sabiduría de
Dios, que permite que se integren, se entremezclen las experiencias de tantas y
tantas personas, de padres e hijos, de amigos, de enemigos, y todas esas
experiencias van integrando el proceso de evolución de cada ser, de acuerdo a
sus propias necesidades.
Una forma alegórica que os
puede servir para entender esto es el modo en el que se está viviendo la
pandemia actual[1]. Hay personas que están muriendo, personas que son cómplices
de delitos, personas que se aprovechan del daño y el sufrimiento de los demás,
personas que tienen la oportunidad de poder ayudar a otros, personas que
disponen de tiempo que poder dedicar a sus familias, personas que experimentan
la soledad, para poder profundizar en sus procesos de desarrollo personal. Sin
embargo, la realidad es una sola, pero cada persona la experimenta de un modo
particular, de acuerdo a sus propias necesidades. Esto mismo ocurre con
cualquier otra faceta de la vida.
Pero tenéis que comprender que
el hecho de que no se integren desde el principio en el ser encarnado todas las
cualidades del alma, o más bien, de la personalidad, no significa que la
vinculación no exista. Desde el momento de la concepción se produce esta
vinculación[2], y en todo momento, el ser encarnado desarrolla las experiencias
que necesita el alma inmortal. Desde el mismo momento de la concepción.
Y hay personas que sufren
durante todo el periodo de gestación, que reciben golpes, maltratos,
accidentes, y todo ello forma parte de los sabios designios de Dios
Todopoderoso, porque todo son oportunidades que tenemos en nuestra experiencia
vital, incluido en ese proceso de desarrollo fetal, para poder ir adquiriendo
experiencia y transformarla en sabiduría.
En todas las estructuras de
enseñanza asignan unas edades concretas para poder aportar determinados
conocimientos. Eso es algo que, en vuestra sociedad, se ha estado poniendo en
práctica hasta ahora y, con raras excepciones, todos los niños pasaban por procesos
similares. Pero la evolución de vuestra sociedad permitirá personalizar, cada
vez más los procesos de aprendizaje de los niños, y les facilitará una
adecuación de los contenidos formativos, de acuerdo a sus necesidades
reales[3]. Y estas enseñanzas que aportan las sociedades también forman parte
del proceso de la experiencia del ser humano, porque le facilitan la
integración dentro de la propia sociedad en la que ha nacido.
Así, todo en la vida, todas las
experiencias, todas las circunstancias, están ahí con una finalidad.
Aprovechadlas en cada momento, porque es un privilegio poder disponer de ellas
para poder desarrollaros a nivel espiritual.
[1] Nota del transcriptor: se
refiere al COVID-19.
[2] “Un ser vivo…
ya vive en el interior del seno materno desde el mismo momento de la
concepción” (ver artículo El proceso de
la muerte).
[3] Ver documento Una nueva
sociedad.
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