Nuestra relación directa con Dios en la oración

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Comunicación recibida el 03/04/2020 (extracto textual de la sesión completa)

 

Jesús de Nazaret ya os dijo que el tiempo de orar en el templo ya pasó[1]. En cualquier lugar podemos hacer oración, porque nuestra vinculación con Dios es directa, y no necesitamos ningún intérprete, porque dentro de nuestro corazón, de nuestra alma, se encuentra la chispa divina a la que podemos acceder mediante la introspección, pidiendo a Dios la iluminación necesaria para poder encontrarlo dentro de nosotros.

 

Y así, cuando un pequeño grupo de personas se reúnen a orar, aumenta la energía vibratoria, que puede conmover las almas de muchas otras personas a nivel subconsciente. Solamente cada cual somos responsables de lo que hacemos, y nuestras oraciones nunca llegarán a poder manipular las realidades, solo nos permitirán agradecer a Dios, Padre Todopoderoso, por todas las pruebas que recibimos, y permiten influir sobre todas las demás personas a las que les afectan, para que puedan tener, dentro de su conciencia, el aviso de cuál es el camino recto. Pero el libre albedrío seguirá manteniéndose en todas y cada una de las almas que pueblan la Tierra.

 

[1] “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Evangelio según San Juan 4,21-23).

 

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