¿Conocen mis Maestros Espirituales a Jesús y a otros seres elevados? (y 2). Consulta posterior
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Comunicación
recibida el 23/04/2020 (extracto
textual de la sesión completa)
- Dices es una misión que os manda el
Padre Eterno. Dices que Jesucristo es un ser muy elevado, al cual no tenéis
acceso directamente, pero me dices que Dios os da una misión. No lo entiendo. Si
no tenéis acceso a Jesucristo, que es algo más cercano a nosotros, porque ya
dijo que podemos llegar al Padre a través de él[1], ¿cómo tenéis acceso a Dios,
que os manda una misión?
Me alegro que me hagas esta
pregunta. Es importante comprender que, del mismo modo que vosotros podéis
percibir que estáis avanzando en el camino del Padre Eterno, y que recibís la
intuición del bien y del mal a través del desarrollo de vuestra conciencia, eso
es el contacto que tenéis con Dios, y podéis establecer un diálogo con Dios a
través de esa chispa divina que vive en vuestro interior. Igualmente podéis
contactar, a través de vuestro corazón y de vuestra mente, con todos los
hermanos elevados incluido, por supuesto, el Maestro Jesús, pero no es lo mismo
contactar directamente y establecer una relación o una conversación con un ser
como puede ser Jesús o como puede ser Dios, si le podemos llamar “ser”, para
que lo entendáis. No es lo mismo transmitir un mensaje, una solicitud, y
recibir una respuesta a través de nuestros pensamientos y de nuestro
subconsciente, que establecer una conversación como la estamos teniendo
nosotros con vosotros. Entended que la grandeza que tienen los espíritus más
elevados está revestida de mucho mayor nivel de humildad del que tenemos nosotros,
porque cuanto más se asciende en el camino del Padre Creador, la humildad va
creciendo, y eso nos permite a nosotros, humildes siervos del Padre Eterno, que
cuando pensamos en el Maestro Jesús, la vibración de nuestro espíritu se eleva
y, en la medida de nuestras capacidades, entra en sincronía con él. Es como si
sintonizásemos un aparato de radio. Y eso nos permite recibir los impulsos de
su divinidad. Pero eso no quiere decir que nosotros seamos capaces de poder
establecer un diálogo, a no ser que él lo desee, del mismo modo que vosotros no
podéis establecer un diálogo con nosotros a no ser que nosotros lo deseemos.
Pero, en cualquier momento, vosotros y nosotros podemos establecer contacto con
Jesús, con Dios, con los Hermanos Elevados, de acuerdo con las necesidades que
tengamos en nuestro devenir. Podemos pretender contactar con Dios en todos y
cada uno de los casos y las peticiones de las consultas, pero Dios no siempre
será el que os conteste, porque las consultas que busquen el crecimiento del alma,
son respondidas por los hermanos que están en el nivel que os permita entender
las enseñanzas. Y eso no quiere decir que haya una interferencia, sino que la
casa del Padre es muy grande y, cuando vosotros llamáis a la puerta, el Padre
Eterno sabe que habéis llamado, pero normalmente no es él el que os abre y el
que os atiende. Y nosotros somos, en esta comparación, los sirvientes que
estaríamos felices de poder abriros la puerta, para que podáis entrar en la luz
del Padre, y poderos conducir a las salas donde las enseñanzas os puedan
atravesar y os puedan llenar, para que podáis entenderlas y, posteriormente,
aplicarlas a vuestra vida.
Por tanto, las dos formas de
interpretar el contacto con los seres espirituales no es exactamente igual. Lo
que hemos dicho es que nosotros no podemos conversar directamente con Jesús,
porque es un ser mucho más elevado que nosotros, del mismo modo que nosotros no
podemos conversar directamente con Dios, y cuando decimos que Dios nos está
mandando a cumplir esta misión es exactamente lo mismo que cuando decimos que
Dios os pone pruebas en la vida para que podáis evolucionar, porque el Creador
administra los universos, y lo hace a través de todos los seres creados por él.
Y precisamente por eso, nosotros estamos comunicándonos con vosotros, y lo
hacemos porque es voluntad de Él.
[1] “Jesús le dijo: Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Evangelio
según San Juan 14,6).
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