Respuesta a una consulta que hace una persona que se plantea el suicidio

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Testimonio del transcriptor del 02/03/2022

 

Contenidos adaptados del mensaje enviado a una persona que se había planteado el suicidio como solución. Pregunta que si un suicida, en el mundo espiritual, se considera un delincuente por infringir las Leyes Divinas. La respuesta ha sido la siguiente, eliminando los contenidos que pudieran sugerir la identificación de dicha persona:

 

El concepto de calificar como “delincuente” o de otro modo a los demás corresponde a cada cual. Dios nos ha creado libres, para poder tomar las decisiones que deseemos y, del mismo modo que los actos son voluntarios, las consecuencias son enteramente inevitables, en alusión al axioma de que “la siembra es voluntaria, pero la cosecha es obligatoria”.

 

Por tanto, las experiencias que pueda tener un suicida en el plano desencarnado serán, clarísimamente, de mucho más sufrimiento que las experiencias más terribles que nos podamos imaginar del plano encarnado, y los espíritus con los que pueda contactar, que serán del mismo rango vibratorio que el propio suicida, es decir, de la mayor ignorancia, le acusarán constantemente de su error cometido, intentando inútilmente con ello mitigar sus propios dolores que, muy al contrario, todavía se intensificarán más. Estas acusaciones constituirán para el suicida un sufrimiento inacabable. No obstante, un tipo de “cosecha” que también se puede recoger de una acción de este tipo es la soledad más absoluta durante siglos, lo que el espíritu en sufrimiento puede entender y sentir como un castigo eterno, sin final.

 

Por tanto, creo que lo menos importante que puede planteársele a una persona que se plantea el suicidio es el modo en el que se relacionará con el resto de los espíritus con los que contacte. El espiritismo ha permitido clarificar de un modo diáfano los terribles testimonios de los largos sufrimientos de espíritus de suicidas, por lo que el objeto de atención principal entiendo que debe ser entender que atentar contra la Ley de Dios implica lo que podríamos denominar un “sufrimiento didáctico”, y seguir su Ley tiene como consecuencia la felicidad creciente fundada en la experimentación del amor y la sabiduría. Y, aunque se tengan que experimentar situaciones difíciles en la vida encarnada, cuando las revestimos de amor y de sabiduría, seremos capaces de resolver lo que sea posible y de aceptar lo que, por ahora, no podamos solucionar.

 

Y los ingredientes son, esencialmente, el amor, manifestado hacia todo y hacia todos, empezando por nosotros mismos, y la confianza, la fe, que nos permite comprender que Dios nos muestra el camino, pero que solo nosotros podremos dar los pasos, para poder recibir todo el mérito y entender que nuestro propio protagonismo es, precisamente, el sentido de la vida. Y eso se combina en lo que denominamos ACTITUD.

 

Por tanto, la actitud es lo que permite cambiar, de un modo excepcional, nuestra relación con las experiencias que Dios, a través de la vida, nos pone delante de nosotros. Porque solo las almas grandes tienen pruebas grandes, y más mérito tiene quien supera una gran prueba que quien deja pasar la vida de un modo anodino.

 

Es realmente un maravilloso reto seguir experimentando este regalo que Dios nos ha dado para facilitarnos la evolución más rápida a través de la superación de las pruebas que necesitemos para nuestro progreso espiritual, que son, precisamente, las experiencias que la vida nos muestra.

 

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El suicidio

 

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