La Terapia del Perdón. El desapego
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Análisis y
conclusiones personales extraídas del vídeo público “Desazte de las cosas que
te hacen daño con estos 8 consejos estoicos” https://youtu.be/pe_sdEWGtrE
Autor de este
análisis: Vicente Lumbreras
E-mail: vicentelumbrerasm@gmail.com
Fecha: 17/12/2024
Título de la
publicación donde está previsto incorporar estos contenidos:
Perdonarnos, perdonar
y pedir perdón
El camino para sentir
paz interior, expresar amor universal y experimentar felicidad profunda
Nota:
este texto está desarrollado de acuerdo con los contenidos sugeridos según se
analizaba el vídeo de referencia y NO constituye un resumen del mismo.
Significado de estoico/a: Fuerte, ecuánime ante la desgracia, firme,
sereno, impasible, imperturbable.
Séneca, Epicteto y Marco Aurelio
son los más importantes exponentes del estoicismo y difusores de las virtudes
del desapego.
El desapego puede transformar
nuestra existencia y llevarnos a transitar un camino de paz y libertad
interior.
El desapego no consiste en
rechazar la vida y la experiencia. El desapego es el proceso que logra
liberarnos del yugo de la materia, cosas, experiencias y personas que no
podemos controlar y que, debido a nuestra ignorancia, nos limitan nuestra
expresión del ser.
Toda forma de sufrimiento surge de
no aceptar la realidad, de tener unas expectativas que no se cumplen, de
esperar que la vida nos dé lo que no nos corresponde recibir.
El problema no es la realidad,
sino lo que nosotros interpretamos sobre ella, la verdad nos hará libres pero
la interpretación egoica de la verdad nos esclaviza.
El apego surge de la
sobrevaloración, que nos hace dependientes de personas, situaciones y cosas, y
nos resta la capacidad de aprovechar las experiencias para evolucionar, porque
todo lo que está a nuestro alcance son oportunidades que nos da la vida para
desarrollarnos y para ayudar a que puedan desarrollarse los demás.
El apego siempre genera alguna
forma de sufrimiento. Sufrimos porque queremos conseguir algo, cuando lo
tenemos, sufrimos porque se nos puede arrebatar, y cuando ya no lo tenemos
sufrimos por su ausencia.
Cuando comprendemos que el
universo está en constante cambio, por lo que todo es transitorio y que forma
parte de alguna forma de lección que nos muestra la vida, estamos en
condiciones de aceptar la realidad, no de forma pasiva, porque nuestra
contribución a la vida transforma la realidad, y esa transformación es la
parte, la pequeñísima parte, que nosotros podemos hacer para contribuir a
expresar en el exterior lo que somos en nuestro interior. Pero hay muchas cosas
que son imprevisibles, transitorias, y no está en nuestra mano poder
modificarlas. Son estas cosas, estas personas y situaciones, las que
constituyen la principal fuente de nuestro sufrimiento, pero este sufrimiento
no logra ningún cambio, no mejora nada en lo externo, pero sí produce grandes
alteraciones en nuestro nivel interno, desde resistencias hasta enfermedades, y
estas alteraciones también se traducen en nuestra relación con el mundo.
A través del desapego disfrutamos
del momento presente, de la realidad presente, pero sin quedarnos aferrados a
ella.
El auténtico propósito es aquél
que va mucho más allá de la experiencia de esta vida actual.
En la experiencia de la vida hay
una serie de circunstancias que podemos controlar, pero hay otras que no es
posible. Una fuente de sufrimiento proviene de desear controlar lo que no
podemos controlar. La aceptación de este hecho nos permite centrarnos en lo que
sí podemos controlar, aceptando la realidad de lo demás, adaptándonos a ella y
comprendiendo que forma parte de los procesos y lecciones que nos corresponde
experimentar. Esto no significa resignarnos, sino comprender la realidad,
intentando influir sobre ella solo en la parte que realmente podemos, y es
cierto que, en muchos casos, hasta que no lo comprobamos, es imposible afirmar
con rotundidad que algo no está dentro del ámbito de nuestras capacidades. La
consecuencia de ello es que una persona consciente experimentará, pero lo hará
con prudencia, pudiendo insistir un número razonable de veces, pero evitando la
terquedad ciega que nos saca de nuestro equilibrio y de nuestro camino
evolutivo. Como siempre, la gran brújula de nuestra vida es la paz interior.
Lo que forma parte de nuestras
posibilidades son nuestras percepciones, deseos, metas y comportamientos.
Fuera de nuestro control absoluto,
quizá parcial, se encuentran la salud, la riqueza, los resultados o la imagen
que tienen los demás de nosotros. Es cierto que, de acuerdo con nuestros actos
y comportamientos, podremos influir en mayor o menor medida en estos
parámetros, pero hay factores externos que los condicionan, por lo que no se
puede formular una ecuación matemática que nos pueda dar un resultado exacto de
ellos, y si dejamos de prestar tanta atención a estas cuestiones y nos
centramos en lo que sí forma parte de nuestras posibilidades, lo que sí podemos
controlar, los resultados sobre estas otras serán mucho más positivos.
Un requisito para poder mantener
la paz interior es evitar que las emociones y sentimientos nos controlen, es
observarlos sin reprimirlos, pero manteniendo una relación de equilibrio
mientras los observamos y los comprendemos como las respuestas naturales de
nuestros niveles físico y mental, lo que nos permite mantener una cierta
distancia con ellos, lo cual nos facilita el control de la experiencia de
nuestra realidad por medio del amor y de la sabiduría.
A través del desapego, observamos
el dolor, lo aceptamos y entendemos que es una experiencia temporal que no
tiene por qué determinar la realidad de nuestro ser.
El apego nos hace prisioneros de
las cosas, de las ideas, de las personas. El desapego nos permite experimentar
la libertad de pensamientos y sentimientos, que es imprescindible para poder
expresar nuestra verdadera realidad de lo que somos y cumplir con nuestro
destino en la vida.
En las relaciones con los demás,
el desapego nos evita el condicionamiento y la esclavitud ante los demás,
logrando interactuar de un modo equilibrado, placentero y saludable. Aunque
podría parecer que el desapego implica frialdad y desinterés, en realidad nos
permite expresar el cariño y el amor universal de un modo libre y voluntario,
sin condicionamientos.
Las personas llegan a nuestra vida
y se van de nuestra vida, y el cariño que se les tiene debe ser nuestra
fortaleza al verlas partir.
El concepto de la impermanencia
nos permite aceptar todos los cambios que se producen en nuestra vida, valorar
el presente de un modo más intenso, entendiendo que “presente” significa
regalo, y que cada instante lo podemos experimentar como un regalo que nos da
la vida, que nos da Dios, alejando de nosotros el sufrimiento y el temor de
que, algún día, todo esto pasará. Por tanto, “carpe diem”, aprovecha el día,
aprovecha el momento, porque es lo que realmente nunca vuelve.
En el momento histórico actual,
con tanta información a nuestra disposición, podemos aprovecharla para crecer y
evolucionar o para compararnos con los demás y sentirnos pequeños,
insignificantes, menospreciándonos a nosotros mismos con esa actitud, cuando
podríamos aprovechar los ejemplos de las almas triunfadoras para emularlas y
realizar transformaciones internas. Esa es la grandeza de las relaciones en la
experiencia humana encarnada.
Claves para el desapego:
-
Simplificar. Cuantas menos cosas y circunstancias
dependan de nosotros, más liberados estamos, permitiéndonos centrar nuestra
atención y nuestro esfuerzo en otras cuestiones que consideremos más
importantes.
-
Dejar de lado, durante un tiempo y cada día, toda la
información que nos está llegando constantemente a través de las plataformas
digitales. Lo que nos facilita tomar mayor contacto con las personas reales y
con nosotros mismos.
-
Valorar el tiempo de un modo objetivo, evitando
malgastarlo en cuestiones de poca importancia.
Ventajas del desapego:
-
Libertad emocional,
al no dejarnos llevar por influencias externas.
-
Claridad en la
comprensión de la realidad, al no dejarnos condicionar por nuestras
expectativas y anhelos, lo que nos permite tomar decisiones lógicas y racionales.
-
Mejores relaciones,
al desaparecer la intención de que los demás actúen o piensen de un determinado
modo.
-
Valoración de la
esencia las personas, sin dejarnos influir por la apariencia.
-
Aumenta nuestra
fortaleza, puesto que nos centramos en lo que sí podemos hacer, y se evita el
desgaste inútil en direcciones equivocadas.
El éxito y el fracaso no definen
nuestros valores, ya que dependen de circunstancias externas, y son efímeros,
por lo que la valoración que podamos darles carece de verdadera importancia en
el nivel del desarrollo del alma.
Recomendaciones para liberarnos de
los apegos:
-
Comprender que todo
es pasajero y que casi nada es imprescindible.
-
Definir claramente
nuestros propósitos.
-
La pérdida no nos
quita la felicidad, es el modo de interpretarlo internamente lo que nos puede
arrebatar la paz interior y, con ello, la felicidad.
Estrategias para practicar el
desapego:
-
Identificar lo que
podemos y no podemos controlar, desvinculándonos de lo segundo y enfocarnos en
lo primero, comenzando por nuestros pensamientos, sentimientos, reacciones y
acciones.
-
Aceptar con serenidad
todo lo que no podemos controlar.
-
Respetar todo aquello
que no nos corresponde controlar.
-
Reflexionar
frecuentemente sobre lo efímero de la realidad, para aumentar nuestra
consciencia en la experiencia del momento presente, restándole valor a todo lo
trivial.
-
Centrarnos en
apreciar lo que tenemos, y no en lamentarnos de lo que carecemos, liberándonos
de la carga de los deseos no satisfechos. No es más feliz quién más tiene, sino
quien menos necesita.
-
Liberarnos
conscientemente de pensamientos y deseos que consideramos reactivos,
improcedentes o innecesarios.
o Hacer una pausa antes de dar una respuesta impulsiva, para liberarnos
de los pensamientos.
o Renunciar a comodidades para restarles importancia y recordar que
nuestra felicidad no depende de ellas, para liberarnos de los deseos.
-
Meditar o reflexionar
diariamente sobre nuestros procesos internos (pensamientos y sentimientos) y
externos (palabras y actos), haciéndonos conscientes de todo aquello de lo que
nos cuesta liberarnos y cómo podríamos lograrlo.
-
Imaginar regularmente
la pérdida de lo que valoramos nos permite apreciar y agradecer el momento
presente, que es cuando podemos disfrutar de todo ello, personas, experiencias,
comodidades, etc., así como para estar concienciados de que, un día, eso pasará,
y en ese momento, aunque el dolor pueda existir, estará muy amortiguado por la
comprensión de lo efímero de la realidad, diluyendo la desesperación y el
sufrimiento que tanto se prolonga cuando permanecemos en la ignorancia. Y
también nos permite mantener la esperanza de poder volver a contactar con quien
nos corresponda a lo largo de la infinita experiencia del alma, dejando en
manos de Dios el momento en que eso pueda ocurrir.
-
Dejar de lado los
deseos materiales como objetivos de la vida, valorándolos como medios que nos
facilitan nuestras aspiraciones evolutivas del alma, las cualidades internas e
inmortales que son el objetivo real de nuestra experiencia encarnada y desencarnada.
-
Aceptar todo lo que
la vida nos presenta, disfrutar de lo agradable, aprender de lo desagradable e
influir del mejor modo posible en todo aquello que nos corresponda.
Lograr el desapego requiere de
práctica, para adquirir hábitos, y reflexión, para comprender el proceso y
hacernos conscientes de él.
El desapego nos libera de todas
las cargas de pensamientos y sentimientos limitantes que constituyen un lastre
en nuestro caminar evolutivo.
La aceptación de la realidad nos
permite experimentarla de una forma pacífica-paciente, amorosa y feliz,
entendiendo la diferencia entre lo que no podemos influir y lo que sí,
centrándonos en esto último, experimentando la libertad para expresar nuestro destino.
Esto nos permite disfrutar más plenamente de la vida, evitando quedar atrapados
en deseos y necesidades inútiles creadas por nuestro ego.
Desde esta perspectiva se
desarrolla la paz y la fortaleza internas, que son las dos cualidades
esenciales para manejar todo tipo de dificultades. También nos permite
desarrollar la consciencia, evitando caer en las distracciones inútiles.
Lo único que es verdaderamente
nuestro son nuestros procesos internos y nuestra forma de expresarlos al mundo.
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