¿Es posible mantener la libertad dentro de una ideología?

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Análisis y conclusiones personales extraídas del vídeo público “La solución no está en la religión ni en la política. Entrevista a Jiddu Krishnamurti” https://youtu.be/ctRB9vyg6EY

Autor de este análisis: Vicente Lumbreras

E-mail: vicentelumbrerasm@gmail.com

Fecha: 01/01/2025

 

Nota: este texto está desarrollado de acuerdo con los contenidos sugeridos según se analizaba el vídeo de referencia y NO constituye un resumen del mismo.

 

Para poder servir es necesario liberarse del miedo y del condicionamiento. La libertad personal interior es un requisito imprescindible para poder desarrollar la libertad colectiva.

El argumento de la libertad, o la liberación de la subyugación, que es lo mismo, es la gran excusa que plantean quienes desean subyugar ostentando el mismo poder que le pretenden arrebatar a otros.

Cuando se llega al poder, los objetivos iniciales cambian y se centran en mantenerse en ese poder de forma indefinida.

Toda organización comienza con unos ideales entusiastas, pero tiene una tendencia inevitable hacia la decepción, la corrupción y la desilusión. La libertad es condición necesaria y toda forma de condicionamiento es un lastre que dificulta esta evolución. Formar parte de cualquier organización puede ayudarnos en el proceso, pero si estamos de acuerdo en absolutamente todos los postulados que se ponen en práctica, es importante que nos cuestionemos si realmente estamos manteniendo un criterio personal o es un punto de vista prestado o condicionado por ese colectivo. De hecho, cuando alguien aspira alcanzar un puesto relevante en cualquier organización, es consecuencia de su intención de influir en el devenir de la misma, de acuerdo con su propio criterio.

El modo de tratar a las personas está demostrando como somos nosotros, no como son ellas.

Los rituales son formas arcaicas de intentar transmitir y compartir sentimientos en un determinado colectivo, lo cual tiende a mantener una unidad cultural o, lo que es lo mismo, un bloqueo al pensamiento individual.

El camino de la verdad es diferente para cada persona, por lo que pretender crear una doctrina solo lleva a mantener subyugadas mentalmente a las personas que siguen la doctrina en cuestión.

La verdad es un paisaje sin caminos, y cada cual tiene la responsabilidad de hacer el suyo propio. Se pueden aprovechar temporalmente las huellas que otros han creado a su paso, son breves atajos que nos pueden ayudar en nuestro avance en algunos casos, pero si nos dejamos guiar ciegamente por ellos acabarán desviándonos y perderemos la dirección que marca la brújula de nuestro propio destino.

Ninguna religión, ni ninguna corriente política, ni ideológica, pueden llevarnos ni a la espiritualidad, ni a la libertad, ni a la paz, ni a la sabiduría, ni a la felicidad, porque son senderos que necesitamos transitar a nivel interior para poder integrarlos en nosotros en forma de expresiones de amor.

Toda forma de ideología colectiva es una prisión de la mente que nos impide ejercer nuestra libertad auténtica, la libertad espiritual. Son las expresiones de los intereses de sus dirigentes, que guían a su rebaño de ignorantes de acuerdo con su siempre limitada capacidad. Y aquí se incluyen todos los “ismos”.

¿Es posible mantener la libertad dentro de un “ismo”, de una ideología? Quizá solamente si dejamos claro ante nosotros mismos y ante el colectivo, que somos, por encima de todo, librepensadores, y que no estamos dispuestos a admitir ningún tipo de dogma ni ninguna opinión sin haberla pasado por el tamiz de nuestra propia razón.

Y aparece en mi vida un “ismo”, el espiritismo, y muestra una doctrina que no es doctrina, porque es librepensadora, y muestra una información que no es dogmática, porque está sujeta a las modificaciones que vaya marcando la búsqueda de la verdad al compás de los tiempos. Y dentro de este colectivo ocurre exactamente lo mismo que en todos los demás, que hay personas que necesitan ser guiadas y hay personas que necesitan guiar, porque somos personas igual que el resto de las que habitan en esta maravillosa escuela de almas llamada planeta Tierra. Pero cuando nos centramos en los mensajes y no en los mensajeros, podemos acceder a chispas de sabiduría que nos facilitan trabajar en el laboratorio de nuestra propia mente, siempre iluminados por la llama ardiente de nuestra alma inmortal, podemos aprovechar alguna información de forma inmediata, podemos desechar alguna otra que ya hayamos verificado que no funciona, y podemos guardar la información que no hemos verificado todavía hasta poderla comprobar, porque es esa, precisamente, la que nos va a permitir evolucionar de un modo más significativo, transformar nuestras ideas, creencias y opiniones, y convertirlas en propias, porque las hemos cocinado, digerido y asimilado correctamente. Esta transformación no será espirita, ni religiosa, ni filosófica, será la expresión de nuestro propio progreso evolutivo, que se manifiesta en forma de conceptos puestos en práctica y que, como todo lo que expresamos en la vida, se convertirá en un ejemplo, bueno o malo, correcto o incorrecto, aceptable o inaceptable, para los demás, siempre de acuerdo con sus propios caminos transitados.

Las religiones se basan en el miedo, las políticas se basan en el enfrentamiento, las filosofías se escudan en la razón, y solo la espiritualidad se sostiene en la verdad, y por eso nos hace libres.

Cuando se alcanza la comprensión de que seguir caminos ajenos es una autolimitación de la libertad, se produce en nosotros una terrible sensación de vacío, de inseguridad, un abismo que sentimos que necesitamos llenar urgentemente con otras creencias, con otros dogmas, y volvemos a cometer el error de volver a buscar fuera de nosotros. Otros “ismos”, nombres exóticos, palabras complejas, frases incomprensibles que hay que aceptar por fe. Y otra nueva decepción, algunos de los seguidores de ese nuevo “ismo” son igual de rígidos, radicales y excluyentes como los de los “ismos” anteriores. Pero seguimos investigando, filtrando, depurando la información, las enseñanzas que se nos muestran, y finalmente, en contados casos por comprensión, pero casi siempre por saturación de sufrimiento, acabamos abrazándonos a nosotros mismos, viviendo la noche oscura, entrando en una espiral hacia dentro que nos obliga a ver el verdadero camino, la oscura entrada de la cueva que lleva al interior de nuestra alma donde, allá en las profundidades, emerge una luz, la luz de la llama que vive en nuestro interior, que nos estuvo llamando siempre, pero que no la supimos escuchar ni reconocer hasta este momento, y que gracias a las luces y las sombras que encontramos en nuestro peregrinaje, logramos encontrar el principio de nuestro verdadero camino, el camino de la comprensión, del conocimiento de nosotros mismos, que no es otra cosa que el estudio de cómo se manifiesta Dios en nosotros. Esa es la luz que nos habita, la chispa que nos guía, la energía que nos impulsa, pero que siempre está esperando a que nos convirtamos en ella, que nuestra voluntad sea su voluntad, no por humillación, sino por comprensión, por aceptación, comprendiendo y acogiendo “eso” que llamamos “nivel espiritual”, y que somos capaces de comprender que “eso” somos realmente nosotros, nuestra esencia, nuestra auténtica realidad, la energía creadora manifestada en nuestra insignificancia, que se hace significativa en virtud de esta maravillosa comprensión.

Antes de disolver los bloqueos externos tenemos que disolver los internos, de lo contrario estos bloqueos volverán a manifestarse disfrazados de cualquier otra forma. Todo lo que ocurre en el exterior es un fiel reflejo de lo que vive en nuestro interior. Cambiemos nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestras formas de entender la vida, y el modo en el que interactuaremos con nuestro exterior dará resultados totalmente diferentes.

Cualquier dogma, cualquier idea rígida, que consideremos inamovible o absoluta, es una limitación contra la comprensión de la verdad, puesto que, siendo la verdad un camino, las posturas dogmáticas no nos permiten avanzar por él.

Cuando las personas adjudican el título de “guía” a alguien, están descargando sobre sus hombros la responsabilidad de sus propios destinos, y cuando el guía toma consciencia de la importancia de la libertad en el tránsito de la aventura de la vida, la respuesta coherente a esta situación es la de negarse a continuar guiando, lo que crea una sensación de vacío en los discípulos que puede llegar a que expresen incluso hostilidad, ya que sienten un vacío que no saben llenar, porque hasta entonces se cubría desde el exterior por la persona guía, todas las dudas eran respondidas, todos los problemas eran resueltos, todos los consejos eran perfectos. No era necesario pensar, buscar, esforzarse. Pero el camino que transitan otros nunca puede ser nuestro propio camino, porque somos gotas de un mismo océano, pero no existen dos gotas iguales. Somos insustituibles, perfectos y exactos en el momento y lugar en el que tenemos que estar, y cada enseñanza que aprovechamos de la vida es una nueva oportunidad que tenemos de poder explorar un nuevo sendero que facilite la aproximación hacia nuestro destino por medio de la puesta en práctica y que, a través del ejemplo, pueda dar la oportunidad a otras almas de aprovechar ese pequeño tramo que les pueda ayudar en su avance personal, una decisión que tienen la libertad de aprovechar o desechar, porque no somos perfectos y porque cada alma está en su punto del camino, y cada cual necesita de lecciones diferentes que poder asimilar en cada momento.

Todos los guías y todas las doctrinas tienden a mostrarnos certezas, es decir, ideas ya cocinadas, pero las verdaderas almas maestras, al igual que la vida, muestran sorpresas, aprendizaje que tenemos que aprovechar cuando surge, con el consiguiente esfuerzo de atención interna y externa.

El camino compartido que libera es aquél que mantiene el respeto, que permite explorar en libertad a través del diálogo constructivo y amistoso, de igual a igual. Solo desde la igualdad de la amistad es posible un auténtico diálogo.

La verdad es un camino infinito de descubrimiento que no puede encerrarse en ningún “ismo”, la verdad tiene que ser descubierta a lo largo del viaje infinito de la vida, tanto encarnada como desencarnada. En la verdad no hay certezas, ideas rígidas, inamovibles, absolutas, porque la verdad es un camino, está en proceso de transformación constante. Para poder avanzar con rapidez son necesarios una actitud abierta, comprensiva y flexible y un razonamiento suficientemente rápido para poder aceptar, comprender e integrar cada nueva información que nos llega.

La exploración en grupo, libre y respetuosa, nos da la posibilidad de investigar y aprender liberados de cualquier tipo de sumisión, de miedo y de rigidez de ideas.

Toda la sabiduría que ha compartido la humanidad a través de su historia no puede ser absolutamente perfecta, y eso se puede comprobar al contrastar la información de los múltiples “libros sagrados” que existen, que aportan información diferente entre ellos, e incluso en ellos mismos, que se pueden interpretar de distinta forma y que se han producido enfrentamientos y guerras por los partidarios de unos libros o de otros.

Toda información tiene un valor relativo para cada persona, siempre condicionado por la sabiduría que tiene en el momento en que intenta abordarla. Un alumno de primer curso solo podrá comprender los contenidos del último curso cuando haya pasado por todos los anteriores. De acuerdo con la comprensión adquirida hasta el momento actual estaremos en condiciones de poder abordar determinada información superior, pero no podremos comprender todavía otra que sea aún más elevada, y las personas maestras son las que mejor pueden orientar a los alumnos e invitarles a que exploren contenidos adaptados a sus capacidades. De este modo, los alumnos dan sus propios pasos, pero son guiados del mejor modo posible para evitar perderse por senderos para los que no están preparados. Pero eso solo es posible cuando las personas que pretenden guiar conocer personal y profundamente a las personas guiadas, lo cual es bastante difícil de lograr fuera de entornos familiares o de relación estrecha y prolongada.

La verdad no necesita luchar para imponerse. De hecho, no puede hacerlo, porque la verdad es libertad, y toda forma de enfrentamiento es un intento de imposición. Por tanto, en caso de enfrentamiento, ninguna de las posiciones puede estar en lo cierto, porque dos personas no discuten si una de ellas no quiere. Diferente es la defensa ante los ataques. Si los ataques son físicos, la defensa es razonablemente necesaria, porque una cosa es mostrar la otra mejilla y otra dejar que te golpeen de nuevo. Sin embargo, si la agresión que se produce es de palabra, de actitudes y gestos, como el desprecio, la indiferencia, los insultos, etc., el hecho de mantener esta relación hasta el momento en que podamos experimentarla desde la paz interior es muy positivo, porque aprenderemos a superar esa prueba de la vida. Pero somos libres de poder posponer este aprendizaje, que la vida nos volverá a mostrar tarde o temprano, y normalmente de un modo más intenso, para ayudarnos en nuestro progreso. Somos libres para elegir lo que hacemos con lo que la vida nos presenta.

Todos los “ismos” son parte del problema del mundo, porque la solución comienza en la paz interior, que es la condición necesaria que permite expresar el amor universal y abrazar toda forma de verdad.

La espiritualidad, que es la expresión del amor y de la sabiduría, se experimenta a través de las relaciones con toda forma de vida y se expresa por medio de la verdad que hemos sido capaces de alcanzar hasta el momento.

Somos parte de la Creación, somos Creación, la Creación es una y nosotros somos parte de ella. Hay un vínculo que nos une a toda la Creación, estamos todos conectados, estamos conectados con el Todo, somos un grano de arena en la playa de la vida, y somos playa; somos una gota en el océano de la vida, y somos océano; somos un destello de luz en el sol de la vida, y somos sol. Cuando nos damos cuenta de que somos parte del Todo, el enfrentamiento ya no tiene sentido, y nuestra actitud será colaborativa, amorosa y sabia en todo momento.

Los conflictos son la respuesta de la ignorancia de esta conexión absoluta, lo que hace que intentemos controlarnos los unos a los otros. Las relaciones son la base donde se ha sustentado la supervivencia del ser humano desde el principio de los tiempos, pero en nuestra ignorancia nos imponemos, sojuzgamos, esclavizamos, o nos dejamos esclavizar, o rompemos relaciones, discutimos, odiamos, nos separamos. Todo intento de crear concordia, unión, apoyo mutuo, está contribuyendo a extender el amor universal, y sí, ya lo sabemos, solo emana desde la paz interior y es el único camino que nos permite experimentar la felicidad profunda.

¿Es compatible esta idea de mantener las relaciones con la de delimitar las que sean tóxicas? Personalmente estoy convencido de que la respuesta es un rotundo sí, porque “la delimitación siempre debe ser limitada”, debe tener un carácter temporal, estando siempre dispuestos a tender la mano, no solo cuando sea necesario, sino también cuando sea posible. Con esta actitud, la delimitación será la respuesta ante las actitudes que nos puedan perjudicar, pudiendo agradecer esta oportunidad de autoconocimiento que nos da la experiencia para poder evolucionar y, en el momento en que hayamos superado esta limitación propia, podremos volver a abrir nuestro corazón a esas personas, porque ya no podrán perjudicarnos, y la única consecuencia de dicha relación será la evolución mutua.

La cultura, el entorno social en el que cada persona se mueve, son tremendamente condicionantes del modo en que observamos la vida y nos relacionamos con ella. Mientras nos mantengamos dependientes de estas ideas externas, formaremos parte de la masa ignorante que no sabe pensar por sí misma y, por tanto, careceremos de la capacidad de poder expresar lo que realmente somos, chispas de Dios. Por tanto, podemos comprender que en nuestra mano está poder elegir la píldora azul o la roja, la de seguir convencidos de la bondad de la ignorancia y del sufrimiento que experimentamos en la zona de confort-pereza-resignación, o comprender que el fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal es la libertad, que es la que da el verdadero sentido a nuestra existencia, y que gracias a las experiencias que atravesamos, vamos preparándonos para poder comer del fruto del Árbol de la Vida, porque comprendemos y apreciamos el verdadero valor de la sabiduría en la vida.

La separación yo-tú, nosotros-vosotros, observador-observado, materia-espíritu, nos impulsan a elegir, a separar, y nos mantienen en un circuito de ignorancia que nos impide sentir realmente que todos somos uno. Ningún concepto externo nos podrá transformar, sólo a través de la interiorización, de la comprensión, es posible este cambio, y para ello, nada mejor que desarrollar la atención y acallar el incesante parloteo de la mente, entrar en el silencio, por medio de la meditación, donde surge progresivamente la experiencia en el Todo, somos el Todo y el Todo es en nosotros.

Pero esta información, al igual que cualquier otra, no puede ser comprendida por todas las personas, porque no es una cuestión de creencia, sino de comprensión, que es el requisito previo para poder ponerlo en práctica y lograr la transformación evolutiva que todo ser de la Creación persigue incesantemente.

En este mundo tan alienado en el que nos encontramos, la claridad de ideas y su puesta en práctica son imprescindibles para contribuir a la supervivencia del planeta o, al menos, de la humanidad. Y se concreta en desarrollarnos respetando absolutamente la naturaleza y el bien común, y controlando a todas aquellas personas que se opongan a estos dos principios.

Lo que más divide a la humanidad es la religión, la política y las creencias, los “ismos”, y esos son los modelos principales que debemos trabajar en desterrar de nuestra mente a nivel individual para poder expresarnos libre, pero respetuosamente, a nivel colectivo. Y para conseguirlo debemos aprender la diferencia entre las religiones y sus dogmas y la espiritualidad en libertad, entre la política ideológica y el trabajo de coordinación y servicio a la sociedad, entre las ideas que nos impresionan y las que nos ayudan a evolucionar.

 

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