¿Es posible mantener la libertad dentro de una ideología?
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Análisis y
conclusiones personales extraídas del vídeo público “La solución no está en la
religión ni en la política. Entrevista a Jiddu Krishnamurti” https://youtu.be/ctRB9vyg6EY
Autor de este
análisis: Vicente Lumbreras
E-mail: vicentelumbrerasm@gmail.com
Nota:
este texto está desarrollado de acuerdo con los contenidos sugeridos según se
analizaba el vídeo de referencia y NO constituye un resumen del mismo.
Para poder servir es necesario liberarse del miedo y del
condicionamiento. La libertad personal interior es un requisito imprescindible
para poder desarrollar la libertad colectiva.
El argumento de la libertad, o la liberación de la
subyugación, que es lo mismo, es la gran excusa que plantean quienes desean
subyugar ostentando el mismo poder que le pretenden arrebatar a otros.
Cuando se llega al poder, los objetivos iniciales
cambian y se centran en mantenerse en ese poder de forma indefinida.
Toda organización comienza con unos ideales entusiastas,
pero tiene una tendencia inevitable hacia la decepción, la corrupción y la
desilusión. La libertad es condición necesaria y toda forma de condicionamiento
es un lastre que dificulta esta evolución. Formar parte de cualquier
organización puede ayudarnos en el proceso, pero si estamos de acuerdo en
absolutamente todos los postulados que se ponen en práctica, es importante que
nos cuestionemos si realmente estamos manteniendo un criterio personal o es un
punto de vista prestado o condicionado por ese colectivo. De hecho, cuando
alguien aspira alcanzar un puesto relevante en cualquier organización, es
consecuencia de su intención de influir en el devenir de la misma, de acuerdo
con su propio criterio.
El modo de tratar a las personas está demostrando como somos
nosotros, no como son ellas.
Los rituales son formas arcaicas de intentar transmitir y
compartir sentimientos en un determinado colectivo, lo cual tiende a mantener
una unidad cultural o, lo que es lo mismo, un bloqueo al pensamiento
individual.
El camino de la verdad es diferente para cada persona, por
lo que pretender crear una doctrina solo lleva a mantener subyugadas
mentalmente a las personas que siguen la doctrina en cuestión.
La verdad es un paisaje sin caminos, y cada cual tiene la
responsabilidad de hacer el suyo propio. Se pueden aprovechar temporalmente las
huellas que otros han creado a su paso, son breves atajos que nos pueden ayudar
en nuestro avance en algunos casos, pero si nos dejamos guiar ciegamente por
ellos acabarán desviándonos y perderemos la dirección que marca la brújula de
nuestro propio destino.
Ninguna religión, ni ninguna corriente política, ni
ideológica, pueden llevarnos ni a la espiritualidad, ni a la libertad, ni a la
paz, ni a la sabiduría, ni a la felicidad, porque son senderos que necesitamos
transitar a nivel interior para poder integrarlos en nosotros en forma de
expresiones de amor.
Toda forma de ideología colectiva es una prisión de la mente
que nos impide ejercer nuestra libertad auténtica, la libertad espiritual. Son
las expresiones de los intereses de sus dirigentes, que guían a su rebaño de
ignorantes de acuerdo con su siempre limitada capacidad. Y aquí se incluyen
todos los “ismos”.
¿Es posible mantener la libertad dentro de un “ismo”, de una
ideología? Quizá solamente si dejamos claro ante nosotros mismos y ante el
colectivo, que somos, por encima de todo, librepensadores, y que no estamos
dispuestos a admitir ningún tipo de dogma ni ninguna opinión sin haberla pasado
por el tamiz de nuestra propia razón.
Y aparece en mi vida un “ismo”, el espiritismo, y muestra
una doctrina que no es doctrina, porque es librepensadora, y muestra una
información que no es dogmática, porque está sujeta a las modificaciones que
vaya marcando la búsqueda de la verdad al compás de los tiempos. Y dentro de
este colectivo ocurre exactamente lo mismo que en todos los demás, que hay
personas que necesitan ser guiadas y hay personas que necesitan guiar, porque
somos personas igual que el resto de las que habitan en esta maravillosa escuela
de almas llamada planeta Tierra. Pero cuando nos centramos en los mensajes y no
en los mensajeros, podemos acceder a chispas de sabiduría que nos facilitan
trabajar en el laboratorio de nuestra propia mente, siempre iluminados por la
llama ardiente de nuestra alma inmortal, podemos aprovechar alguna información
de forma inmediata, podemos desechar alguna otra que ya hayamos verificado que
no funciona, y podemos guardar la información que no hemos verificado todavía
hasta poderla comprobar, porque es esa, precisamente, la que nos va a permitir
evolucionar de un modo más significativo, transformar nuestras ideas, creencias
y opiniones, y convertirlas en propias, porque las hemos cocinado, digerido y
asimilado correctamente. Esta transformación no será espirita, ni religiosa, ni
filosófica, será la expresión de nuestro propio progreso evolutivo, que se
manifiesta en forma de conceptos puestos en práctica y que, como todo lo que
expresamos en la vida, se convertirá en un ejemplo, bueno o malo, correcto o
incorrecto, aceptable o inaceptable, para los demás, siempre de acuerdo con sus
propios caminos transitados.
Las religiones se basan en el miedo, las políticas se basan
en el enfrentamiento, las filosofías se escudan en la razón, y solo la
espiritualidad se sostiene en la verdad, y por eso nos hace libres.
Cuando se alcanza la comprensión de que seguir caminos
ajenos es una autolimitación de la libertad, se produce en nosotros una
terrible sensación de vacío, de inseguridad, un abismo que sentimos que
necesitamos llenar urgentemente con otras creencias, con otros dogmas, y
volvemos a cometer el error de volver a buscar fuera de nosotros. Otros
“ismos”, nombres exóticos, palabras complejas, frases incomprensibles que hay
que aceptar por fe. Y otra nueva decepción, algunos de los seguidores de ese
nuevo “ismo” son igual de rígidos, radicales y excluyentes como los de los
“ismos” anteriores. Pero seguimos investigando, filtrando, depurando la
información, las enseñanzas que se nos muestran, y finalmente, en contados
casos por comprensión, pero casi siempre por saturación de sufrimiento,
acabamos abrazándonos a nosotros mismos, viviendo la noche oscura, entrando en
una espiral hacia dentro que nos obliga a ver el verdadero camino, la oscura
entrada de la cueva que lleva al interior de nuestra alma donde, allá en las
profundidades, emerge una luz, la luz de la llama que vive en nuestro interior,
que nos estuvo llamando siempre, pero que no la supimos escuchar ni reconocer
hasta este momento, y que gracias a las luces y las sombras que encontramos en
nuestro peregrinaje, logramos encontrar el principio de nuestro verdadero
camino, el camino de la comprensión, del conocimiento de nosotros mismos, que
no es otra cosa que el estudio de cómo se manifiesta Dios en nosotros. Esa es
la luz que nos habita, la chispa que nos guía, la energía que nos impulsa, pero
que siempre está esperando a que nos convirtamos en ella, que nuestra voluntad
sea su voluntad, no por humillación, sino por comprensión, por aceptación,
comprendiendo y acogiendo “eso” que llamamos “nivel espiritual”, y que somos
capaces de comprender que “eso” somos realmente nosotros, nuestra esencia,
nuestra auténtica realidad, la energía creadora manifestada en nuestra
insignificancia, que se hace significativa en virtud de esta maravillosa
comprensión.
Antes de disolver los bloqueos externos tenemos que disolver
los internos, de lo contrario estos bloqueos volverán a manifestarse
disfrazados de cualquier otra forma. Todo lo que ocurre en el exterior es un
fiel reflejo de lo que vive en nuestro interior. Cambiemos nuestros
pensamientos, nuestras creencias, nuestras formas de entender la vida, y el
modo en el que interactuaremos con nuestro exterior dará resultados totalmente
diferentes.
Cualquier dogma, cualquier idea rígida, que consideremos
inamovible o absoluta, es una limitación contra la comprensión de la verdad,
puesto que, siendo la verdad un camino, las posturas dogmáticas no nos permiten
avanzar por él.
Cuando las personas adjudican el título de “guía” a alguien,
están descargando sobre sus hombros la responsabilidad de sus propios destinos,
y cuando el guía toma consciencia de la importancia de la libertad en el
tránsito de la aventura de la vida, la respuesta coherente a esta situación es
la de negarse a continuar guiando, lo que crea una sensación de vacío en los
discípulos que puede llegar a que expresen incluso hostilidad, ya que sienten
un vacío que no saben llenar, porque hasta entonces se cubría desde el exterior
por la persona guía, todas las dudas eran respondidas, todos los problemas eran
resueltos, todos los consejos eran perfectos. No era necesario pensar, buscar,
esforzarse. Pero el camino que transitan otros nunca puede ser nuestro propio
camino, porque somos gotas de un mismo océano, pero no existen dos gotas
iguales. Somos insustituibles, perfectos y exactos en el momento y lugar en el
que tenemos que estar, y cada enseñanza que aprovechamos de la vida es una
nueva oportunidad que tenemos de poder explorar un nuevo sendero que facilite
la aproximación hacia nuestro destino por medio de la puesta en práctica y que,
a través del ejemplo, pueda dar la oportunidad a otras almas de aprovechar ese
pequeño tramo que les pueda ayudar en su avance personal, una decisión que
tienen la libertad de aprovechar o desechar, porque no somos perfectos y porque
cada alma está en su punto del camino, y cada cual necesita de lecciones
diferentes que poder asimilar en cada momento.
Todos los guías y todas las doctrinas tienden a mostrarnos
certezas, es decir, ideas ya cocinadas, pero las verdaderas almas maestras, al
igual que la vida, muestran sorpresas, aprendizaje que tenemos que aprovechar
cuando surge, con el consiguiente esfuerzo de atención interna y externa.
El camino compartido que libera es aquél que mantiene el
respeto, que permite explorar en libertad a través del diálogo constructivo y amistoso,
de igual a igual. Solo desde la igualdad de la amistad es posible un auténtico
diálogo.
La verdad es un camino infinito de descubrimiento que no
puede encerrarse en ningún “ismo”, la verdad tiene que ser descubierta a lo
largo del viaje infinito de la vida, tanto encarnada como desencarnada. En la
verdad no hay certezas, ideas rígidas, inamovibles, absolutas, porque la verdad
es un camino, está en proceso de transformación constante. Para poder avanzar
con rapidez son necesarios una actitud abierta, comprensiva y flexible y un
razonamiento suficientemente rápido para poder aceptar, comprender e integrar
cada nueva información que nos llega.
La exploración en grupo, libre y respetuosa, nos da la
posibilidad de investigar y aprender liberados de cualquier tipo de sumisión,
de miedo y de rigidez de ideas.
Toda la sabiduría que ha compartido la humanidad a través de
su historia no puede ser absolutamente perfecta, y eso se puede comprobar al
contrastar la información de los múltiples “libros sagrados” que existen, que
aportan información diferente entre ellos, e incluso en ellos mismos, que se
pueden interpretar de distinta forma y que se han producido enfrentamientos y
guerras por los partidarios de unos libros o de otros.
Toda información tiene un valor relativo para cada persona,
siempre condicionado por la sabiduría que tiene en el momento en que intenta
abordarla. Un alumno de primer curso solo podrá comprender los contenidos del
último curso cuando haya pasado por todos los anteriores. De acuerdo con la
comprensión adquirida hasta el momento actual estaremos en condiciones de poder
abordar determinada información superior, pero no podremos comprender todavía
otra que sea aún más elevada, y las personas maestras son las que mejor pueden
orientar a los alumnos e invitarles a que exploren contenidos adaptados a sus
capacidades. De este modo, los alumnos dan sus propios pasos, pero son guiados
del mejor modo posible para evitar perderse por senderos para los que no están
preparados. Pero eso solo es posible cuando las personas que pretenden guiar
conocer personal y profundamente a las personas guiadas, lo cual es bastante
difícil de lograr fuera de entornos familiares o de relación estrecha y
prolongada.
La verdad no necesita luchar para imponerse. De hecho, no
puede hacerlo, porque la verdad es libertad, y toda forma de enfrentamiento es
un intento de imposición. Por tanto, en caso de enfrentamiento, ninguna de las
posiciones puede estar en lo cierto, porque dos personas no discuten si una de
ellas no quiere. Diferente es la defensa ante los ataques. Si los ataques son
físicos, la defensa es razonablemente necesaria, porque una cosa es mostrar la
otra mejilla y otra dejar que te golpeen de nuevo. Sin embargo, si la agresión
que se produce es de palabra, de actitudes y gestos, como el desprecio, la
indiferencia, los insultos, etc., el hecho de mantener esta relación hasta el
momento en que podamos experimentarla desde la paz interior es muy positivo,
porque aprenderemos a superar esa prueba de la vida. Pero somos libres de poder
posponer este aprendizaje, que la vida nos volverá a mostrar tarde o temprano,
y normalmente de un modo más intenso, para ayudarnos en nuestro progreso. Somos
libres para elegir lo que hacemos con lo que la vida nos presenta.
Todos los “ismos” son parte del problema del mundo, porque
la solución comienza en la paz interior, que es la condición necesaria que
permite expresar el amor universal y abrazar toda forma de verdad.
La espiritualidad, que es la expresión del amor y de la
sabiduría, se experimenta a través de las relaciones con toda forma de vida y
se expresa por medio de la verdad que hemos sido capaces de alcanzar hasta el
momento.
Somos parte de la Creación, somos Creación, la Creación es
una y nosotros somos parte de ella. Hay un vínculo que nos une a toda la
Creación, estamos todos conectados, estamos conectados con el Todo, somos un
grano de arena en la playa de la vida, y somos playa; somos una gota en el
océano de la vida, y somos océano; somos un destello de luz en el sol de la
vida, y somos sol. Cuando nos damos cuenta de que somos parte del Todo, el
enfrentamiento ya no tiene sentido, y nuestra actitud será colaborativa, amorosa
y sabia en todo momento.
Los conflictos son la respuesta de la ignorancia de esta
conexión absoluta, lo que hace que intentemos controlarnos los unos a los
otros. Las relaciones son la base donde se ha sustentado la supervivencia del
ser humano desde el principio de los tiempos, pero en nuestra ignorancia nos
imponemos, sojuzgamos, esclavizamos, o nos dejamos esclavizar, o rompemos
relaciones, discutimos, odiamos, nos separamos. Todo intento de crear
concordia, unión, apoyo mutuo, está contribuyendo a extender el amor universal,
y sí, ya lo sabemos, solo emana desde la paz interior y es el único camino que
nos permite experimentar la felicidad profunda.
¿Es compatible esta idea de mantener las relaciones con la
de delimitar las que sean tóxicas? Personalmente estoy convencido de que la
respuesta es un rotundo sí, porque “la delimitación siempre debe ser limitada”,
debe tener un carácter temporal, estando siempre dispuestos a tender la mano,
no solo cuando sea necesario, sino también cuando sea posible. Con esta
actitud, la delimitación será la respuesta ante las actitudes que nos puedan
perjudicar, pudiendo agradecer esta oportunidad de autoconocimiento que nos da
la experiencia para poder evolucionar y, en el momento en que hayamos superado
esta limitación propia, podremos volver a abrir nuestro corazón a esas
personas, porque ya no podrán perjudicarnos, y la única consecuencia de dicha
relación será la evolución mutua.
La cultura, el entorno social en el que cada persona se
mueve, son tremendamente condicionantes del modo en que observamos la vida y
nos relacionamos con ella. Mientras nos mantengamos dependientes de estas ideas
externas, formaremos parte de la masa ignorante que no sabe pensar por sí misma
y, por tanto, careceremos de la capacidad de poder expresar lo que realmente
somos, chispas de Dios. Por tanto, podemos comprender que en nuestra mano está
poder elegir la píldora azul o la roja, la de seguir convencidos de la bondad
de la ignorancia y del sufrimiento que experimentamos en la zona de
confort-pereza-resignación, o comprender que el fruto del Árbol de la Ciencia
del Bien y del Mal es la libertad, que es la que da el verdadero sentido a
nuestra existencia, y que gracias a las experiencias que atravesamos, vamos
preparándonos para poder comer del fruto del Árbol de la Vida, porque
comprendemos y apreciamos el verdadero valor de la sabiduría en la vida.
La separación yo-tú, nosotros-vosotros,
observador-observado, materia-espíritu, nos impulsan a elegir, a separar, y nos
mantienen en un circuito de ignorancia que nos impide sentir realmente que
todos somos uno. Ningún concepto externo nos podrá transformar, sólo a través
de la interiorización, de la comprensión, es posible este cambio, y para ello,
nada mejor que desarrollar la atención y acallar el incesante parloteo de la
mente, entrar en el silencio, por medio de la meditación, donde surge progresivamente
la experiencia en el Todo, somos el Todo y el Todo es en nosotros.
Pero esta información, al igual que cualquier otra, no puede
ser comprendida por todas las personas, porque no es una cuestión de creencia,
sino de comprensión, que es el requisito previo para poder ponerlo en práctica
y lograr la transformación evolutiva que todo ser de la Creación persigue
incesantemente.
En este mundo tan alienado en el que nos encontramos, la
claridad de ideas y su puesta en práctica son imprescindibles para contribuir a
la supervivencia del planeta o, al menos, de la humanidad. Y se concreta en
desarrollarnos respetando absolutamente la naturaleza y el bien común, y
controlando a todas aquellas personas que se opongan a estos dos principios.
Lo que más divide a la humanidad es la religión, la política
y las creencias, los “ismos”, y esos son los modelos principales que debemos
trabajar en desterrar de nuestra mente a nivel individual para poder expresarnos
libre, pero respetuosamente, a nivel colectivo. Y para conseguirlo debemos
aprender la diferencia entre las religiones y sus dogmas y la espiritualidad en
libertad, entre la política ideológica y el trabajo de coordinación y servicio
a la sociedad, entre las ideas que nos impresionan y las que nos ayudan a
evolucionar.
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