La terapia del perdón. La influencia descendente y la limitación ascendente en los niveles del ser encarnado
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Extracto de comentarios
compartidos en la reunión de la Asociación Espírita Andaluza “Amalia Domingo
Soler”, celebrada el 26/02/2025
Autor de este análisis: Vicente
Lumbreras
E-mail:
vicentelumbrerasm@gmail.com
Fecha: 01/03/2025
Título de la publicación donde
está previsto incorporar estos contenidos:
Perdonarnos,
perdonar y pedir perdón
El
camino para sentir paz interior, expresar amor universal y experimentar
felicidad profunda
Nota: este texto está desarrollado de acuerdo con los
contenidos sugeridos según se analizaba el vídeo de referencia y NO constituye
un resumen del mismo.
Un modo de analizar el ser integral es desde tres diferentes niveles o
dimensiones, la física, la mental y la espiritual. Son dimensiones que se
pueden distinguir, pero no se pueden separar, y nos pueden servir para
comprender la realidad completa del ser humano.
Estas tres dimensiones se pueden entender que tienen un orden que
comienza en el nivel físico, como el de menor vibración, pasa por el nivel
mental y llega al nivel espiritual en el máximo nivel vibratorio que podemos
expresar. La ciencia ya ha demostrado que, a más vibración, mayor cantidad de
información puede contener la energía, por lo que desde el nivel físico al
espiritual hay un incremento paulatino de cantidad de información.
En estos tres niveles se produce el fenómeno de causación o influencia
descendente, de tal manera que el nivel espiritual, ya sea más o menos elevado,
influye en los otros dos niveles inferiores (ya que dispone de más información),
y el nivel mental influye en el nivel físico. Esta influencia hace que la
expresión del amor, que se origina en el nivel del espíritu, transforme la
forma de expresarse los niveles mental y físico. Igualmente, pensamientos
negativos provocan o contribuyen en el desarrollo de enfermedades físicas, y
pensamientos positivos curan o contribuyen en la curación de enfermedades
físicas. Ya en la época de Hipócrates se hablaba de que se podía curar a través
de la palabra, y así lo atestigua el efecto de la relación médico-enfermo y los
efectos que produce dicha relación de acuerdo con la interpretación que pueda
hacer el enfermo sobre su propio estado y la confianza que le pueda transmitir
el médico.
Además, también hay un proceso limitativo hacia arriba, de tal manera
que cuando se está sometido a los efectos del dolor físico, queda tremendamente
limitada la capacidad de expresar pensamientos ordenados, coordinados y
coherentes e, igualmente, cuando el nivel de pensamiento es de carácter
negativo, la expresión de los valores del espíritu queda bloqueada, esa
expresión de los valores del amor universal. En resumen, cuando nosotros o las
demás personas estamos bloqueados o limitados en un nivel inferior no podemos o
estamos limitados para expresar los niveles superiores.
De aquí se puede deducir la importancia de conocer estos procesos de
influencia, tanto ascendente como descendente, que nos permiten comprender que
las limitaciones físicas conllevan dificultades de pensamiento, así como de la
genuina expresión del espíritu, lo que nos ayuda a desarrollar la compasión
hacia nosotros mismos, porque comprendemos hasta qué punto estamos limitados
por nuestra propia ignorancia en la gestión de nuestra realidad y nuestras
circunstancias, e igualmente ocurre en nuestras relaciones con las demás
personas, comprendiendo que las limitaciones que manifiestan, en muchas
ocasiones están ocasionadas por situaciones que no son capaces de gestionar.
Por tanto, todos hacemos las cosas del mejor modo que sabemos, porque si
supiésemos hacerlo mejor sería absurdo hacerlo peor. Estamos limitados por
nuestra propia ignorancia, y esta comprensión nos facilita la relación con
nosotros mismos y con el mundo.
En el ámbito de la medicina tradicional se realiza un análisis
sintomático, se observan los síntomas, que aportan la información para definir
y clasificar el problema, lo cual permite decidir un tratamiento. Este proceso
se centra en el problema para buscar la solución. Desde el ámbito de la
psicología y de la psiquiatría se observa claramente la relación cuerpo-mente,
llegando a la conclusión de que la inmensa mayoría de las enfermedades físicas
tienen una causa de origen mental o en la que participan procesos mentales. Y otros
profesionales de la salud llegan a afirmar la realidad de la dimensión
espiritual desde un punto de vista empírico, comprobado a través de
experiencias personales, como es el caso de las experiencias cercanas a la
muerte, comprendiendo que la relación cuerpo-mente va de la mano de la
dimensión espiritual, pudiendo utilizar el concepto cuerpo-mente-alma (físico,
mental y espiritual) como elementos perfectamente interrelacionados que
participan en la expresión del ser.
El más claro ejemplo del proceso de causación descendente en el
sentido “negativo” son las enfermedades denominadas psicosomáticas, que son
todos aquellos trastornos físicos que pueden verse originados o afectados por
desequilibrios mentales. El nivel mental afecta al nivel físico de un modo
negativo en este caso. Pero también podemos analizar a las personas que
manifiestan los valores elevados de la expresión del alma, que podríamos decir que
es la manifestación de toda la sabiduría que se posee, la información
impregnada de amor universal, que se manifiestan, por el efecto de esta
causación descendente, en pensamientos y actos virtuosos.
En el nivel del alma solo se guarda
información de sabiduría. Cuando nos situamos en el nivel del alma, estaremos
manifestando el amor universal y la sabiduría en todos nuestros procesos de la
mente y en todas las manifestaciones del cuerpo físico, tanto a nivel del
organismo como de los actos y comportamientos, controlando las reacciones
instintivas y los pensamientos egoicos, al elevar nuestra comprensión de la
realidad al punto de poder observarnos como espíritus inmortales que pasan por
una experiencia evolutiva carnal, lo cual permite dar prioridad a los procesos espirituales,
que se manifestarán en los niveles de la mente y del cuerpo físico desde una
perspectiva mucho más evolucionada, coherente, amorosa y sabía.
Cuando el problema físico se manifiesta, es necesario tratarlo, pero
si nos centramos en solucionar solamente el problema físico, el problema mental
seguirá estando latente, y tarde o temprano volverá a manifestarse de nuevo en
el nivel físico, todo ello acompañado de la expresión del desequilibrio de la
mente, que se manifiesta a través del sufrimiento, que es la resistencia mental
ante la realidad, ante lo que ocurre. Por tanto, una persona mentalmente
desequilibrada va a estar sufriendo necesariamente, y si el desequilibrio se
manifiesta a nivel físico, el tratamiento de estos síntomas físicos no será
suficiente para resolver el sufrimiento mental. Tratar los síntomas no es lo
mismo que resolver los problemas, de hecho, los puede estar enmascarando y
contribuyendo a que los problemas aumenten con el tiempo.
Muchas filosofías de carácter espiritualista, y más concretamente el
espiritismo, pueden ayudar a superar una importante parte de los problemas de
la mente por medio de la comprensión de que no somos un cuerpo que tiene alma,
sino que somos un alma inmortal que pasa temporalmente por la experiencia
encarnada en un cuerpo físico y un cuerpo mental, permaneciendo totalmente
interrelacionados durante este periodo, para poder experimentar con otras almas
de diferentes niveles vibratorios, con las que se aprende y se enseña. Al
comprender esto, el punto de vista cambia, lo que provoca un cambio de
percepción de la realidad y, con ella, cambia la experiencia.
Por tanto, cuando estamos pasando por un proceso de enfermedad física
o mental, podemos observarlo como una experiencia por la que tenemos que pasar
para desarrollar un determinado aprendizaje de nuestra alma inmortal. La
percepción cambia, ya no es un problema o una desgracia, sino un reto a poder
superar. Esto es enfocarse en la solución, en la enseñanza que nos aporta la
experiencia, porque todas las experiencias que nos presenta la vida son
oportunidades de aprendizaje para poder evolucionar nuestra alma inmortal. Esta
evolución quizá se podrá manifestar en forma de comprensión mental y salud
física durante el periodo encarnado, pero el progreso del alma quedará para la
eternidad.
Así, podemos pasar por estas experiencias desde el nivel espiritual
con unas percepciones y unas experiencias totalmente diferentes de las que
tendríamos si nos quedamos bloqueados en el dolor físico o en el sufrimiento
mental. El dolor físico podrá seguir manifestándose, la sensación mental
desagradable puede continuar, pero cuando estamos enfocados en el nivel
espiritual, estos procesos los observamos desde la distancia, con perspectiva,
aceptando la realidad para poder actuar sobre ella con una actitud positiva,
por lo que el sufrimiento, la resistencia mental a la realidad, desaparecerá.
Porque la realidad no es otra cosa que el cumplimiento de la voluntad de Dios, respetando
al mismo tiempo el libre albedrío de todos los seres con consciencia y voluntad
propia.
Esta aceptación de la realidad no implica pasividad, es la comprensión
de la realidad centrándonos en la solución, en lugar de enfocarnos en el
problema. Con esta actitud, los pacientes no se vuelven necesariamente impacientes,
pero sí se transforman en elementos activos en el proceso de la sanación. No se
relacionan con los profesionales de la sanidad de forma pasiva, sino que
manifiesta una actitud positiva, proactiva, observando su realidad desde un
punto de vista muchísimo más amoroso y compasivo consigo mismos y con los
demás, ya que las acciones y reacciones que pueden expresar otras personas
pueden ser muy desagradables en algunos casos, cosa que también nos ha ocurrido
a nosotros en alguna ocasión, porque todos somos muy ignorantes y en muchas
ocasiones nuestras respuestas no son las adecuadas.
Cuando podemos entender todas estas patologías desde el nivel del
espíritu, una visión espirita de estos problemas, nos facilita la comprensión
de los procesos por los que pasamos, tanto nosotros como otras personas, lo que
permite dar unas respuestas mucho más en sintonía con nuestra mejor versión, la
versión del alma. Un ejemplo que puede ilustrar esta información es cuando
recibí la noticia de que tenía un tumor cancerígeno en la planta del pie. El
médico me informó de que había que retirarlo inmediatamente porque podría
extenderse de un modo muy rápido con consecuencias fatales. Durante el tiempo
que transcurrió desde esta noticia hasta que me practicaron la cirugía,
analizaron el tumor que extirparon y me informaron de que los bordes habían
quedado limpios, podría haber tenido esencialmente tres tipos de respuestas. Si
me hubiera focalizado en el nivel físico, habría estado centrado en el miedo a que
el tumor me pudiera matar. Si hubiera estado anclado en el nivel mental, podría
haber divagado sobre todos los problemas que podrían producirse como
consecuencia de esta patología. En ambos casos, la preocupación me habría
quitado la paz, contribuyendo de un modo muy negativo en el proceso de
curación. Sin embargo, entonces ya había comprendido que el tiempo que nos
corresponde estar en el mundo físico tiene su momento de entrada y su momento
de salida y que, si me correspondía salir, era la voluntad de Dios. Y, aunque
me daba la impresión de que todavía me quedaban cosas por hacer en esta
encarnación, me encomendé a su voluntad emulando del mejor modo que pude al
Maestro Jesús, cuando dijo “hágase tu voluntad y no la mía”. Con esta actitud
pude mantener la paz interior durante todo el proceso, dedicándome a hacer las
cosas que me corresponden del mejor modo que pude, y dejando en manos de Dios
los resultados.
Al cambiar el punto de vista, cambia la percepción,
y este cambio de percepción hace que cambie la experiencia.
Más información:
La
terapia del perdón (conferencia y libro)
Investigación
MyE. Hub de Sabiduría Espiritual para la Vida
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